Tú sueñas que estoy embarazada; yo rompería en llanto, en risa amarga. Esas no son las manos de una señorita. Ese día no cargué el lápiz, no tuve miedo a decir que no; no tuve piel en mis dedos. Tal vez moría lentamente, y, como pocas veces, lo hacía de afuera hacia adentro. En realidad, lo que llevaba adentro era aire, lo que llevaba era vacío; lo que llevaba era nada...